Esta leyenda se originó hace mucho tiempo en un pueblito de México cuando se esparció el rumor de que el diablo vivía en ese lugar, algunos campesinos del lugar afirmaban que lo habían visto, comentaban que el diablo tenía varias formas por ejemplo unos pueblerinos decían que tenía forma de perro, otros mencionaron que su forma era más bien la de un toro, por mencionar algunas.

Se dice que, por la madrugada en una cantina, una persona que ya estaba algo tomada y que era escéptica de esta leyenda, se atrevió a retar al diablo pues dijo: “A mí el Diablo me pela los dientes”.


Era hora de regresar a casa y el campesino se fue solo por caminando por la carretera, estaba muy oscuro y solo la luna iluminaba el sendero, de pronto se empezaron a escuchar unos quejidos cerca de unos arbustos, la persona asustada se alejó del lugar y tomó otra ruta, sin embargo, termino por encontrarse con la fuente de los lamentos, era un niño de tan solo unos meses de edad enrollado en una manta que lloraba.

El bebé no se podía quedar ahí solo, así que el campesino decidió cargarlo y llevárselo con él, el hombre arrulló al bebé para que dejará de llorar, después de unos segundos la inocente criatura se calmó, pero algo andaba mal, el bebé se sentía cada vez más pesado, tanto así que el campesino ya no podía soportar su peso, esto le causó un gran asombro a aquel hombre y también algo de nervios pues no sabía que pasaba, movió un poco la frazada para ver el rostro del bebé y quedó impactado al ver que su carita se estaba desfigurando a lo que parecía ser el rostro de un demonio…


os ojos del bebé se tornaron de un color rojo como la sangre, le salieron dientes largos y filosos como chuchillas, el bebé voltio a ver al campesino y dijo: “Mira papá, me están saliendo mis dientitos”. El miedo se esparció por todo el cuerpo del campesino, pues estaba consciente de que ese bebé era el mismísimo diablo y que además le estaba “pelando los dientes”.