Un viejo refrán dice “No le tengas miedo a los muertos, témele a los vivos”, es una frase que hasta cierto punto es verdad porque hasta los muertos te pueden herir, un claro ejemplo de esto es la leyenda que se originó en Durango hace 100 años atrás.

Cuenta la leyenda que una pareja de novios llamados Verónica y Ramón estaban con los preparativos de lo que sería una boda exclusiva para la alta sociedad. Unos días antes de que se llevara a cabo el evento la novia caminaba con sus amigas dentro de un cementerio, de pronto Verónica se tropezó con lo que al parecer era un cadáver mal enterrado, cualquier persona hubiera quedado horrorizada pero la futura novia lejos de esto hizo un chiste: “¡Ey! te invito a mi boda, no faltes”, una invitación de la que después se arrepentiría ya que en México se dice que los muertos jamás olvidan…


Unos días más tarde llegó la fecha esperada, el momento en el que Verónica y Ramón unirían sus vidas en sagrado matrimonio, la joven pareja se encontraba muy ilusionada y los familiares e invitados se la estaban pasando de lo mejor, de repente un hombre al que nadie conocía se apareció en la boda, aquel hombre vestía de traje y sombrero negro, su rostro lucia algo pálido. Una vez que terminó la ceremonia este extraño sujeto se acercó con los recién casados para felicitarlos, Verónica y Ramón no lo reconocieron pero de igual manera alegremente lo saludaron.

Era el momento de visitar la casa de la novia, lugar donde se llevaría a cabo el grandioso festejo, comenzó el tradicional vals donde los ahora esposos se movían románticamente al ritmo de la música, después comenzaron las canciones más movidas y todos los invitados empezaron a bailar. Verónica estaba muy solicitada en la pista todos querían bailar con ella, hasta que llegó el turno de bailar con el misterioso sujeto.

La novia tomó de la mano al caballero y al mismo tiempo sintió lo helada que esta se encontraba, mientras bailaban la joven le pregunta ¿Te conozco? Y él respondió “Digamos que yo soy un invitado especial”, la chica le ofreció una disculpa pues no podía recordarlo, entonces el hombre respondió “Hace 3 días me invitaste a tu boda, lo hiciste en el Panteón de Oriente y me advertiste que no podía faltar”.

Un frio recorrió todo el cuerpo de Verónica, se quedó inmóvil, no podía creer lo que estaba pasando, aquel cadáver en el cementerio estaba ahí, en su boda, los invitados seguían bailando contentos, de pronto aquel hombre que se había levantado de su tumba comenzó a cambiar y se convirtió en lo que era, un esqueleto, el cual aun sostenía la mano de Verónica, la novia estaba aterrada, su corazón no resistió y falleció en el lugar, cayó al suelo mientras los invitados solo lograron ver como el esqueleto del sujeto que nadie conocía se desaparecía ante el asombro de todos.

Hay dos versiones de los hechos, hay quienes dicen que Verónica murió mientras bailaba con un hombre extraño, otros comentan que ella estaba bailando sola cuando se desvaneció…


Cuenta le leyenda que el alma de Verónica quedó atrapada en el mundo de los vivos, pues pronto se esparció el rumor entre los vecinos de una mujer deambulando con vestido de novia a la cual la han visto traspasar paredes y desaparecer de la nada mientras se escuchan sus lamentos.